A punto de acabar noviembre, y llegaba la primavera a la ciudad. Delafé y las Flores Azules demostró el pasado sábado por la noche que la calidez y la energía son consecuencia de tener la actitud, más que del mes del año en que uno o una se encuentra. No dieron tregua: fue éste un concierto rápido, muy fluido y lleno de positividad. De aquellos que saben a poco, pero que finalmente dejan una resaca de las que se disfrutan.
Compartieron cada minuto de non-stop, hicieron bailar a los asistentes, los obligaron a interactuar, a recitar cada canción y a reír. Pasearon y saltaron por el escenario: de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Lanzaban confeti una y otra vez, pero lo más importante es que realmente contagiaban. Hubo tiempo para repasar también canciones del anterior grupo (Facto, Delafé y las Flores Azules), como El Indio o Mar el Poder del Mar.
Los componentes del grupo catalán son hijos de la década de los ochenta, de los veranos con polo de hielo y la vuelta ciclista a España, de la frescura y de la libertad. Sus canciones son embajadoras de la satisfacción que traen las pequeñas cosas, del amor tranquilo en el sofá y del disfrutar del día a día.
Con proyectos musicales, fiebres y motivaciones de sábado noche como estas, ¡¿quién dijo crisis?!
Como buen barcelones, conozco y me encanta el trabajo fresco y alegre de Delafé y las Flores Azules, a los cuales sigo desde su anterior etapa. LA verdad es que con el cambio ni han ganado ni han perdido, siguen siendo auténticos y muy positivos.
ResponderEliminarEstoy de visita por esto del concurso de los 20Blogs.
Te dejo un saludo y unas felices fiestas.